Resumen de verano de un inversor preocupado
Un poco de todo: El ejercicio 2023, spin-offs, arbitrajes, Rafael Holdings...
Para todos aquellos que os habéis incorporado recientemente en el substack, quiero contaros un poco más de mi y de mi estilo de inversión. Ahora, antes de irme de vacaciones, creo que es buen momento para hacer un resumen de mis resultados. Compararlos con el escenario global. Y dar algunas pinceladas de cuál es mi enfoque para los próximos trimestres.
The Money Glory es el resultado de muchos años de profesión en el sector financiero. Pero, también, de muchas aventuras comprando y vendiendo acciones. Todo lo que explico aquí es fruto de mucha y mucha práctica.
Espero que te guste este artículo, pero antes de continuar quiero comentarte una cosita. The Money Glory es un medio dedicado a las situaciones especiales de la bolsa (spin-offs, arbitrajes…). Si quieres recibir información en profundidad sobre estos temas, te animo a que te suscribas:
El génesis de mi cartera
Sitúo entre los años 2014 y 2015 el inicio de mi cartera de acciones empresariales actual. Cuando todo empezó a tomar un poco de sentido, y fue menos alocado que los experimentos anteriores (cuando dediqué algo de tiempo a probar chicharros o me metí en el fabuloso mundo de las commodities)
Visto con perspectiva, considero que aquellos años coincidieron con una gran época de formación. Aunque ya llevaba tiempo trabajando en el sector financiero, gracias a mi incorporación en una pequeña casa de análisis en 2015, mejoré mi perfil de analista. Y, especialmente, con todo aquello concerniente con las smallcaps cotizadas en el Mercado Alternativo Bursátil (MAB).
Durante este tiempo, afiné el lápiz en el estudio de los números. Antes me guiaba por muy pocos indicadores, para dar un veredicto de inversión. Este “vicio” lo abandoné, y empecé a incorporar más guías que me daban un mejor entendimiento de cada modelo de negocio. También comprendí la esencia de la bolsa, y conocí a fondo empresas – y empresarios y empresarias – que trabajan en este ecosistema.
Con una cartera con unos rendimientos un tanto modestos, llegué al año 2020: un ejercicio de inflexión, tanto para mi como para tantos inversores que estábamos metidos en el ajo.
El crash vivido en marzo a raíz del inicio de la pandemia, supuso para muchos ahorradores una hecatombe. Estos al ver que la actividad económica se paraba en seco y que su patrimonio en fondos y otros productos se desmoronaba, abandonaron rápidamente el barco. Dieron orden de vender, y se olvidaron de los mercados.
Otros identificamos aquél momento como oportunidad única. El temor frente un escenario desconocido estaba allí. Pero algo nos decía que el mercado se estaba equivocando. Era imposible que la parálisis económica siguiera para siempre. Y, si bien habría negocios que terminarían cerrando, habría otros que saldrían más fuertes.
Entonces, cotizadas con negocios históricos consolidados, pasaron a venderse a precios de saldo. Empresas como la mastodóntica Berkshire Hathaway llegó a retroceder un 20% en cuestión de días. Mientras que negocios afectados directamente por el parón (restaurantes, aerolíneas…) sufrieron mucho más.
Aquellas empresas que se salvaron de problemas mayores (como los experimentados por Hertz o Toys’r’us, que se declararon en concurso) recuperaron su actividad normal tras la pandemia. Y con ello su cotización aumentó.
Esto a los inversores nos llenó de optimismo. ¿Qué podía salir mal? Ya habíamos pasado el mal trago y además habíamos ganados mucho dinero. Por esto, sí las mejores decisiones las tomé en medio de la incertidumbre provocada por la pandemia, las peores elecciones vinieron después.
La zancadilla de Rafael Holdings
Rafael Holdings no fue mi peor decisión, pero sí fue la que más comprometió mis resultados entre el ejercicio 2021 y el 2022.
Esta cotizada, era un spin-off de IDT, que se estrenó con una combinación de cartera de activos inmobiliarios y dos proyectos farmacéuticos. Su andadura en sus inicios, aunque tranquilo y discreto, fue el de una multi-bagger: multiplicó por tres su valor inicial en pocos años. Este comportamiento atrajo (demasiadas) moscas a su alrededor.
Poco a poco, las investigaciones de la empresa relacionadas con el cáncer empezaron a llamar la atención de los inversores. Mientras que, a la vez, Rafael mostraba síntomas que aquello iba en serio: iba a sacar un medicamento que revolucionaría la forma de tratar la enfermedad.
Como un pez que se muerde la cola, los hechos relevantes alimentaban el precio de la acción, y eso incrementaba la atención de los inversores.
Alentado por “lo que podría ser”, incrementé mi posición, a sabiendas que estaba asumiendo más riesgo. Pero el potencial era enorme y quería ser partícipe de aquello. Si Rafael conseguía que la FDA aprobase el medicamento y lo sacaba al mercado, me haría millonario (si, según los números existía tal posibilidad).
Desgraciadamente, a fecha de hoy no estoy en este escenario. Las investigaciones de Rafael se fueron al traste. La acción se desplomó y parte de mi patrimonio es esfumó. La empresa redujo su tamaño y aunque permanece en la industria médica, sus investigaciones van por otros derroteros.
Mi inversión en Rafael sigue allí, en un rincón de mi cartera, pero es muy pequeñita y con menos ceros de los que me gustaría.
Considero que todo bache, como cualquier pequeña fortuna, forma parte del aprendizaje del inversor. Hay ocasiones que uno se da cuenta del camino que ha tomado y de los errores que ha cometido. En este caso, valoré mal los riesgos, tomándome demasiado en serio los comentarios de personas que no tenían ni idea del asunto. A sabiendas de esto, el asset allocation habría sido más moderado.
Todo esto me sirvió de lección y me llevó a comportarme como un perro apaleado en 2022. Busqué operaciones más conservadoras y, coincidiendo con la apertura de este substack, destiné parte del efectivo de mi cartera a operaciones de arbitraje. No tuve un ejercicio espléndido, pero podría haber sido mucho peor.
Afinar el lápiz de nuevo
El estado de ánimo realmente influye en la toma de decisiones. Teniendo en cuenta mi historial, y los resultados de los últimos años, no estaba yo en 2023 para hacer demasiadas elecciones. Además, pintaban bastos: que si el aumento de intereses; la temible recesión…
Por esto me centré en la web y en hacer un seguimiento de situaciones especiales, en especial de cada spin-off que salía a bolsa. Mi objetivo era afinar de nuevo el lápiz. Esto lo compaginé con la lectura de materiales didácticos, que tenía desde hacía tiempo, pero nunca les había dado una oportunidad.
De ellos, quiero destacar:
El libro “What works on Wall Street” de James P. O’Shaughnessy
Otra vez “Una paso por delante de Wall Street” de Peter Lynch1
Tras la pandemia, mi principal error fue el hecho de obligarme a que me gustaran todas las empresas a las que ponía el ojo. Si empezaba a analizar un negocio, buscaba todos aquellos motivos que podían explicar su precio actual y porqué subiría. Aunque para ello tuviera que ir más allá de las cifras y justificar mis decisiones, a partir de un hilo de razonamiento muy vago.
De este modo, en 2021, me había metido en smallcaps, siendo consciente que aquello era arriesgado, y creyendo que había algún tipo de potencial detrás de ello. Cuando era mentira y, además, lo sabía.
Los documentos de Greenblatt y O’Shaugnessy me han quitado estas manías. Ambos ponen atención a los datos y hacen una selección menos “afectiva” de las empresas. Si una empresa no gusta, su negocio cuesta de entender o tiene alguna bandera roja, pasamos a la siguiente. Sin ningún tipo de miramiento. No hay porqué enamorarse de la primera que pasa, ni de la segunda…
Por su lado, la lectura de Lynch me ha ayudado a simplificar y a clasificar todas las posiciones de mi cartera. Aunque ya hacía distinción de algún tipo de inversiones (sobre todo arbitrajes), el resto era una especie de tutti frutti, sin ningún tipo de sentido.
También estaban los spin-offs. Pero llegué a la conclusión que no son una categoría de inversión, sino una empresa derivada de una situación especial. Después, siguiendo las categorías explicadas por Peter Lynch, pueden etiquetarse como empresas cíclicas, sólidas o de crecimiento. Y así es como las clasifico ahora.
¿Qué hay de nuevo en 2023?
Si mi inicio del año actual fue así de peculiar, también lo fue para los inversores. Los índices subieron y muchos gestores profesionales fardaron de lo bien que iban las bolsas a principios de año. Pero, la verdad es que fue un grupo muy reducido de empresas, que sacó partido de ello. Y estas subidas se reflejaron en índices como el Standard & Poor’s 500.
Meta (Facebook), Tesla o Netflix tuvieron un buen estreno de ejercicio. En cambio, empresas consolidadas y un sinfín de smallcaps y cotizadas medianas, ni se inmutaron.
El ahorrador medio ni vio esto, ni estaba por la labor. Durante el 2022 y, a principios de este ejercicio, las entidades de crédito le engatusaron para que se metiera en renta fija mediante fondos “garantizados”; o se lo pusieron de lo más fácil para colocar su dinero en Letras del Tesoro.
Según Inverco, el primer semestre la renta variable internacional perdió partícipes, en favor de productos fijos y menos vinculados a acciones empresariales. Y, como resultado, estos clientes se perdieron las ganancias de los fondos variables, de principios de año.
Para los stock pickers, es en verano de 2023 cuando vemos que la bolsa nos está compensando por nuestras pequeñas empresas, más discretas. Los negocios dan señales de mejora y algunas variables se están moderando. Todo aquello que tenía que ir a peor, está siendo menos grave de lo esperado.
Como por ejemplo:
Los gastos financieros. Subieron. Pero dado que los tipos de interés se están estabilizando, también lo están haciendo los costes de la deuda.
Los precios de las materias primas. Los tipos también se están notando en los costes de producción. Atrás dejamos los cuellos de botella, costes por aumento del petróleo, el gas y, por consiguiente, la electricidad. Se están estabilizando los gastos relacionados con la producción, pero esto no significa que disminuyan, sino que se mantienen sin dar sorpresas.
Me da la impresión que, entre todos, hemos aprendido a vivir con el contexto económico actual. Las empresas, como los consumidores, hemos aceptado la subida de tipos, los precios altos y que las entidades financieras paguen un mísero precio por nuestros ahorros (aunque esto me parezca una vergüenza).
Otro síntoma de que algo está cambiando es la puesta en marcha de más spin-offs. Mientras que el año pasado se suspendieron varias operaciones por el contexto económico, hoy tenemos una larga lista en standby. Entre ellos, la última separación en el programa de reestructuración de General Electric o la incorporación a bolsa del segmento norteamericano de Kellogg’s.
Todos estos nuevos movimientos, más las subidas en algunos valores, me inyectan un poco del optimismo que había abandonado hace un tiempo.
Pero hay que estar atentos a cualquier giro de guion con el que nos pueden sorprender los mercados. Uno de ellos podría proceder del boom del IA, de todas aquellas empresas afectadas (Nvidia, semiconductores…) y de sus posibles consecuencias en la distorsionada formación de precios. Tal y como explicó Javier Ruiz en su última carta trimestral.
Otro motivo de preocupación es el comportamiento de las grandes compañías, que son las que mueven los índices. Pues grandes grupos se están deshinchando. Conglomerados como Disney se están enfrentado a escenarios de grandes cambios, que proceden aún de una mala digestión de un proceso expansionista (su puesta en marcha de Disney+ es un ejemplo).
Con esto en mente, seguiré trabajando en el substack y mejorando mi enfoque, tanto en el análisis de situaciones especiales, como el estudio de nuevos negocios que puedan ser de interés para cualquier lector o lectora de de The Money Glory. También estaré más activo en el chat, dónde voy abriendo temas, a medida que aparecen en los medios.
Espero y deseo que éste año sea fantástico.
Feliz verano y un abrazo,
Joan Anglada Salarich
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Disclaimer: En la fecha de publicación de este artículo tengo acciones de Rafael Holdings (“RFL”)
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Es uno de los libros que recomiendo a menudo a personas que me piden una publicación para introducirse en el mundo de las finanzas. Curiosamente, aunque pensaba haberlo leído, no había pasado nunca de las diez primeras páginas!