Innovación y leche condensada
Una reflexión sobre este término y la revolución del producto de Nestlé
Durante mi etapa universitaria, el no va más de la innovación pareció estar relacionado con un solo producto: la leche condensada.
No es que no estuvieran pasando otros fenómenos más interesantes. Estaba el boom de Internet, progresos en el campo de la medicina, la biotecnología, la ingeniería… Pero uno de los ejemplos que los profesores les gustaba mencionar era como la empresa Nestlé había conseguido transformar este producto y sacarla de su decadencia.
El ejemplo sí que es bonito. Sobre todo si lo oyes por primera vez.
Espero que te guste este artículo, pero antes de continuar quiero comentarte una cosita. The Money Glory es un medio dedicado a las situaciones especiales de la bolsa y otros análisis. Si quieres acceder a los análisis de spin-offs, el tutorial para invertir en estas separaciones y al contenido de otras ideas de inversión, te animo a que te des de alta como usuario premium:
¿De dónde viene la leche condensada?
Nestlé es el mayor fabricante y distribuidor de leche condensada del mundo. Este producto responde a la necesidad de conservar la materia prima: la leche, una vez cocinada con azúcar y envasada, tiene un mayor tiempo de duración1.
Con los años, la invención de nuevas fórmulas de conservación hicieron que el consumo de leche condensada disminuyera considerablemente. Y su uso quedó relegado a endulzar postres puntuales (dulce de leche, por ejemplo), o para los pocos que nos gustaba el “café bombón”.
Además, la leche condensada también contaba con otro hándicap: su recipiente.
En el supermercado, la encontrábamos en lata, limpia e impoluta. Pero en casa, una vez abierto el recipiente por primera vez, empezaban a surgir los problemas. A medida que se consumía, en los bordes de la lata se acumulaban más y más incrustaciones de azúcar, como estalactitas que se petrificaban. Al cabo del tiempo, aquello no era fácil de manipular, ni bonito de ver.
Recuerdo como mi abuela era la única de la familia a quién le gustaba acompañar su vaso de leche, con una cucharada de de leche condensada. A mi no se me pasaba por la cabeza preguntarle probar un poco, pues me parecía algo asqueroso.
Este conjunto de características terminaron por poner la leche condensada a un rincón del supermercado, y la clasificaron como un producto de segunda categoría.
Una nueva vida al producto
Durante mi estancia en la universidad, un año vino a dar una presentación el director general de Nestlé en la península ibérica. Nos habló de la historia de la empresa y del catálogo de sus productos. Pero reservó toda una sección al impacto de la innovación en la transformación de la leche condensada.
Según el ejecutivo, a partir de una propuesta de un empleado, Nestlé dio una segunda vida al producto, gracias al cambio de su embalaje (o packaging) y al marketing.
La empresa sustituyó la lata por un recipiente de plástico, que contaba con una salida en forma de dispensador2. Fruto de este cambio, había otra transformación, que impulsaron a través de la publicidad. Como el dispensador ahora era más limpio, todo el producto en conjunto era más bonito. Por esto, ya podía salir de la cocina.
En la sobremesa, en el momento del café, si alguien quería un poco de leche condensada, no tenía que ir a lidiar con aquella maldita lata con los bordes solidificados. Ni usar ninguna cuchara para poner una ración en cada vaso. Para degustar un café bombón, uno solo tenía que ir a la nevera y traer el envase hasta la mesa del comedor. Y si alguien más quería, que se pusiera lo que quisiese.
Nestlé también potenció este cambió de mentalidad. Con publicidad expresa, mostrando este cambio de hábitos, con su producto centenario. Y así, de la noche a la mañana, la leche condensada pasó de ser un producto obsoleto, a un alimento de nuevo de moda.
La transformación en la academia
Esta historia es muy bonita. De libro. Es por este tipo de cuentos por lo que me apunté a estudiar económicas, en lugar de física o química. Y por esto también fue el punto culminante de la conferencia del director de Nestlé.
Estoy convencido que este señor tenía otros jaleos que le ocupaban muchas más horas. Pero nadie se habría quedado a escucharle, si hubiera dedicado el mismo tiempo a hablarnos de procesos de producción, aprobación de ISOs o auditorías de cuentas.
Mis profesores también les gustó la historia i cogieron el testigo. A partir de ese día, usaron este ejemplo para explicarnos el concepto de innovación. En asignaturas como “Estrategia empresarial”, “Creación de empresas”, “Marketing”… Siempre, siempre, siempre, había una excusa para que este ejemplo saliera a colación.
“Os voy a explicar un ejemplo de innovación”, decía el profesor. Y ya sabías que terminaría explicándote “lo de la leche condensada”. El cambio de embalaje. De la cocina a la mesa. El mismo rollo.
Como anécdota es fantástica. Pero, con los años, también me he dado cuenta que tiene algunos flecos en cuanto al concepto de “innovación” se refiere:
¿Es innovación? Nestlé dio un nuevo enfoque a un producto ya existente, con un embalaje que también estaba ya funcionando en otros alimentos (la miel, por ejemplo). Juntaron estos dos elementos y voilá! ¿Podría llamarse innovación? Por supuesto, es un término que puede estirarse como un chicle. Pero, de ningún modo, es un fenómeno revolucionario que cambió nuestras vidas. Solo cambió el segmento de la leche condensada.
Impacto limitado. La leche condensada de Nestlé es el Pokemon Go! de Nintendo. Si tuviéramos que tomar una decisión de inversión según el impacto de la narración de estos productos, pondríamos inmediatamente todos nuestros ahorros en ellas. Ya que parece que todos los ingresos de estas compañías dependen exclusivamente de ellos. Pero no es así. Solo representan un pequeño porcentaje sobre el total.
Cuando se habla de innovación a mansalva
El término “innovación” se usa a mansalva. Los directivos de las empresas lo usan a menudo, en reuniones, en conferencias, porqué saben que es un término que gusta y está de moda. Y, lo puede oír de voces de sectores tan convencionales, como negocios de ingeniería, cadenas de restaurantes, fabricantes de materias primas…
En entrevistas que tuve con algunos de directores de compañías cotizadas, tras escuchar hablar de innovación, terminaba preguntándoles sobre algún ejemplo específico. Pues, a mi parecer, llevaban años operando las mismas fábricas y vendiendo los mismos productos.
¿Dónde estaba la innovación de la que tanto hacían referencia?
Me contestaban que en los procesos. En la nueva forma de ver su actividad. Todo era etéreo y abstracto.
Al fin y al cabo, si aplicaban algún tipo de tecnología en la fabricación, el transporte… No se trataba de innovación. Sino que era lo que debían hacer. Lo que el sector estaba entonces ejecutando. No estaba revolucionando nada de su actividad, sino que hacían la inversión justa y necesaria en tecnología, para no perder el tren.
UN MAL EJEMPLO ESPECÍFICO
Hace un año y pico estuve en una presentación de negocios de emprendedores incipientes. Durante esta pequeña reunión, hubo el speech de tres personas. De estas me centraré en una sola, perteneciente a un alto cargo de una gran empresa, cuya actividad está relacionada con la ganadería.
Cuando le tocó el turno de su exposición, esta ejecutiva nos dio su versión del término innovación a través de un ejemplo corporativo. Nada parecido al invento de la leche condensada.
Nos explicó como habían organizado las taquilla de sus empleados. Como en el ejemplo de Nestlé, también a raíz de una propuesta de un empleado, la compañía se mejoró la eficiencia de las entradas y salidas, gracias a la implantación de algún tipo de tecnología en los vestuarios de la compañía.
Me costó creer que esto fuera innovación. ¿Qué impacto tenía en los ingresos?
Mi interés estaba en conocer como funcionaba su negocio, el tratamiento de los animales… Y cuál eran las medidas innovadoras específicas en este campo. Y, en cambio, sobre esto no hizo ni un comentario. Es más, si alguien desconocía el origen de esta persona, podría llegar a creer que trabajaba en un gimnasio. Por lo de las taquillas…
Fue como si me hubiera contado la decoración del despacho del director o la ampliación del aparcamiento. O, como si al CEO de Alphabet, Sundar Pichai, le hubiesen preguntado por los avances en innovación, en una conference call. Y este, en lugar de brindarnos un poco de sabiduría sobre el futuro tecnológico que se avecina, nos contara el nuevo diseño del comedor para empleados, que es de distintos colores.
¿Es esto innovación? No sé, llámalo como quieras.
Feliz viernes!
Disclaimer: No tengo ninguna posición de mi cartera de inversiones en las empresas comentadas en el correspondiente informe.
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En el primer capítulo de “La cocina y los alimentos” de Harold McGee hay una extensa explicación sobre las propiedades de la leche y sus procesos de conservación.
Un amigo del sector de los tapones, me indicó que se llamaba “dispensador de culo de gato”. Quédate con el dato.