La sutil diferencia entre valor y precio de mercado
La obsesión para encontrar valor en cualquier lado
“No hace falta conocer la altura exacta de una persona para determinar si es alta o bajita”.
No sé de dónde lo saqué. Probablemente de algún texto introductorio de un manual de Graham y Dodd. Esta frase tenía entonces su aplicación en el campo de las finanzas y en la valoración de un negocio. Y nos venía a decir que, como en la altura de las personas, no es necesario saber el valor exacto de una empresa, para determinar si está cara o barata.
Hablando de valor, hace unos días leí un análisis de recomendación de una famosa franquicia deportiva norteamericana.
El autor, había invertido parte del fondo que gestiona en la compañía, basándose en los precios que se barajan en el mercado. Lo que se paga por un equipo y los derechos de otros. No indagué demasiado en las cifras, ni en algunas opiniones que exponía de su propia cosecha. Conozco esta cotizada desde hace tiempo y considero que vale la pena salvar las distancias con el negocio y sus gestores.
Lo que me llamó la atención del análisis es que vinculaba directamente los precios de mercado con el concepto de “valor” de la misma compañía. Lo relacionaba directamente, mediante causa-efecto: “Si esto lo venden a X, pues esta compañía vale Y”.
No es la primera vez que lo veo y supongo que tampoco será la última.
El precio de mercado como referencia
Con los años he aprendido que los precios de mercado son una referencia engañosa, sobre todo para extrapolarlos a la ligera. El término valor no es, para nada, lo mismo que marca un precio de mercado. El primero es subjetivo (alto, bajo, caro, barato…) y es variable. El segundo es objetivo y queda registrado en un momento determinado.
Confundir estos dos términos me parece grave.
Voy a explicar el porqué: Tomemos de ejemplo la venta de una vivienda. Imaginemos que queremos poner nuestro piso al mercado. Para fijar un precio de salida, nos fijaremos en otras transacciones que han sucedido a nuestro alrededor; como por ejemplo sí un vecino ha vendido también su propiedad.
Puede que modificamos un poco “el precio de mercado”, basándonos en algunas consideraciones subjetivas. Una vez colgamos el anuncio, la suerte está echada y son las fuerzas de la oferta y las demanda las que se encargan de ponernos los pies en el suelo.
Aparecerán los problemas: Si el mercado está deprimido, el primero en bajarte el precio será la inmobiliaria (si acabas en una de ellas). Si hay interesados, todos querrán negociar a la baja y lo harán fijándose en detalles como las características de la cocina, el espacio del recibidor, el mantenimiento de los azulejos…
Incluso es posible que te ofrezcan otras opciones, como pagarte menos pero a tocateja, o hacer una permuta del piso por un terreno.
Aquél precio de referencia que habíamos tomado como dado, y que para nosotros era el “precio de mercado”, se va transformando progresivamente.
Si extrapolar un precio de un piso es complicado, peor aún cuando se trata de una empresa. Que un negocio se haya vendido a un precio “X” es una información que debemos tener en cuenta. Pero para nada es la variable que nos faltaba para completar nuestra regla de tres y sacarnos una valoración de la manga.
¿Y qué que hayan pagado millones por una franquicia deportiva en Cincinnati? (por decir algún lugar)
Este pago queda en el historial de transacciones. Pero de ningún modo es extrapolable a lo que sucede en una compañía de Nueva York, ni debe reflejarse directamente en su cotización. Lo que sucede en Cincinnati es un escenario, y lo que suceda con la compañía de Nueva York será otro.
Conclusión: El precio de mercado es el resultado de una transacción, y se queda registrado en los libros. El valor es el resultado de un proceso subjetivo y que va variando en función de lo que sucede con el activo en cuestión.
Feliz miércoles!