Milei, ¿hasta dónde llega el liberalismo y empieza el socialismo?
Una reflexión sobre las políticas económicas y el papel del sector público y el privado
Con motivo de la polémica que suscitaron las palabras del presidente de Argentina, Javier Milei, me leí el discurso que hizo en la conferencia de Davos, el pasado 17 de enero. El texto defiende el liberalismo económico y aprovecha para atacar a todos los estados occidentales que han dado alas al estado, y a sus papel de regulador del libre cambio.
En primer lugar, quiero advertir que no conozco el contexto de Argentina, ni cuál es su posición, ni económica, ni geopolítica, en el mundo. Tampoco sé cuál es el perfil de Milei - aunque lo intuyo por sus palabras - , ni qué planes tiene para su país. Ni si son acertados, o no.
En este artículo me ceñiré a algunos conceptos de su discurso y a lo que sí conozco.
Espero que te guste este artículo, pero antes de continuar quiero comentarte una cosita. The Money Glory es un medio dedicado a las situaciones especiales de la bolsa (spin-offs, arbitrajes…) y otros análisis. Si quieres recibir información en profundidad sobre estos temas, te animo a que te suscribas:
No todo es blanco, ni negro
Estamos acostumbrados a ver políticos como Milei, quienes defienden en un estrado las políticas económicas de un solo color. Su objetivo es contentar su base, y cuando están en período de elecciones acumular votos. Otra cosa, es como después ejecutan su programa político. Pues “dónde dije digo, digo diego”.
Ni los analistas, ni los economistas, podemos permitirnos creer que todo es blanco o negro. Y, mucho menos, si miramos atrás en el pasado.
A lo largo de la historia ningún estado se ha desarrollado, dejando que el mercado se expresase a sus anchas. Ningún país, ni gobierno, podría colgarse la medalla de haber dejado la economía a expensas del libre mercado. Pues la mera existencia de un gobierno y una estructura pública, es suficiente para que suceda algún tipo de intervención.
Como ya he dicho, desconozco el programa del presidente de Argentina. Pero dudo que ahora en el cargo, y cuando se le pase la frescura de los primeros cien días, deje toda la actividad económica del país en manos de la iniciativa privada.
Liberales vs. Neoliberales
Hay un libro muy interesante titulado “Keynes vs. Hayek: El choque que definió la economía moderna” de Nicholas Wapshott que contrasta las ideas intervencionistas del neoliberalismo (impulsar la demanda mediante políticas públicas…), con el credo de la escuela austríaca (el mercado es un proceso, las políticas monetarias distorsionan la asignación del capital…).
En mi opinión, la parte más interesante del texto es dónde Wapshott identifica las políticas que tomaron distintos países y los relaciona con su contexto histórico. Inglaterra o Estados Unidos, por ejemplo, se alinearon con las ideas de Keynes o las de Hayek, en función del momento por el que pasaban sus economías.
En España sucedió algo similar, aunque esto no está incluido en el libro. A lo largo del siglo XX, distintos dirigentes se posicionaron con ideas “socialistas” o “liberales”, en función de las necesidades que requería el país en aquellos momentos.
Por ejemplo, a finales de los cincuenta Francisco Franco (alguien a quién no señalaríamos de comunista), impulsó un gran programa de inversiones públicas, conocido como los “Planes de Desarrollo de España”. Se trató de distintos paquetes de inversiones en infraestructuras, así como también en industrias estratégicas.
El dictador y sus tecnócratas no esperaron a la iniciativa privada que pusiera de su parte, ni que la “mano invisible del mercado” juntara la oferta con la demanda, para cubrir las necesidades de los españoles en tiempos de posguerra. A falta de ello, sacaron el manual del Keynesianismo.
Por otro lado, en los ochenta un gobierno socialista tomó otros derroteros. En 1985, el gobierno de Felipe González empezó el gran programa de privatizaciones de empresas públicas, precisamente muchas de ellas creadas y gestionadas durante la dictadura. El auge del proceso, y las grandes inyecciones de efectivo, llegaron con la presidencia de José María Aznar, al frente del Partido Popular. No obstante, fue la izquierda la que empezó con la desinversión.
Esto ejemplifica como no importa el color político, ni cuál sea el discurso (recuerden lo del PSOE en los 80: “OTAN, de entrada NO” , para luego presidirla) cuando se trata de tomar decisiones económicas, o geopolíticas. Lo que de verdad importa es el escenario histórico.
Por muy socialistas que dijeran ser los del PSOE, terminaron tomando las mismas medidas de derechas, que estaba ejecutando Margaret Thatcher en Reino Unido. Y, en cambio, con el objetivo de impulsar el progreso - tras una dura autarquía - la dictadura franquista llevó a cabo un proceso que tenía un parecido razonable con los planes quinquenales de la Unión Soviética.
El papel del sector público
Dicho esto, creo que la intervención pública es útil y necesaria, cuando se persigue cubrir necesidades, que no se tratan desde la iniciativa privada. También es imprescindible para solucionar problemas de equidad identificados entre distintos ciudadanos y ciudadanas.
Esto no cambia el hecho que sea crítico con el estado, con las políticas públicas, asignación de recursos, y la presión fiscal desmesurada en algunos colectivos (los autónomos, por ejemplo).
Incluso estoy de acuerdo con Milei, cuando se refiere a los “fallos del mercado”, que el estado intenta “arreglar”, metiendo mano. Pues, resulta inverosímil la cantidad de comisiones y órganos de estudio que se crean. Así como también la cantidad de informes que pagamos entre todos, que terminan en un archivo acumulando polvo.
Para poner un ejemplo absurdo, pero específico: en el Ayuntamiento de mi ciudad constituyeron una comisión técnica para estudiar el desdoblamiento de la vía del tren. Algo que es necesario desde hace más de un siglo, pero que aún no se ha llevado a cabo.
Aunque la puesta en marcha de una comisión de este tipo parezca interesante, en realidad es un tanto absurdo. Pues el gobierno local no tiene ninguna competencia en la infraestructura de trenes del estado (en este caso, es Adif, y en última instancia el Gobierno español).
¿Entonces, por qué hay tres personas contratadas haciendo elucubraciones en informes, pensando en como deberían ser las líneas del ferrocarril?
Repasando unos cuántos diarios, me doy cuenta que esto no es un hecho aislado. No importa el color político, pues en muchos ayuntamientos, diputaciones, comunidades y ministerios hay algún tipo de comisión, que quizás sus finalidades sean muy nobles, pero su eficacia es mínima o nula. Con ello consiguen que unos cuantos personajes de la misma cuerda tengan un sueldo generoso, y el resto nos enfademos.
Aquí es dónde coge forma el discurso de Javier Milei. La búsqueda del liberalismo en sustitución a las ineficiencias, y empobrecimiento del ciudadano, provocado por el despotismo público. A todos ellos, un tijeretazo les iría de maravilla.
Feliz miércoles!