¿Por qué EY y Deloitte quieren reestructurar sus negocios?
Los conflictos de interés incentivan los cambios en la industria de la consultoría y auditoría
Esta semana se filtró el rumor de una posible separación de Deloitte. Esta operación serviría para distanciar las actividades de consultoría de las de auditoría de cuentas. Apenas dos semanas antes distintos medios habían informado que EY se estaba planteando una reestructuración similar. Desde Deloitte negaron hacer lo mismo.
Ahora, del selecto grupo denominado “Big Four”, la mitad ya están estudiando cambios corporativos. De ahí, nace mi duda: ¿Cuál es la lógica que esconde esta transformación?
A simple vista, la base del negocio de auditoría y de consultoría es el mismo. Se trata de compañías que ganan dinero a través del volumen de horas que facturan sus empleados. La ventajas competitivas de este sector se esconden detrás de su prestigio, el know-how y, sobre todo, la marca. Incluso el hecho de denominarse "Big Four", es una característica diferencial.
Espero que te guste este artículo, pero antes de continuar quiero comentarte una cosita.
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Con los años, tanto EY como Deloitte, han ofertado servicios de consultoría y auditoría a una larga lista de corporaciones. Los empleados de ambos segmentos compartían los mismos clientes y entraban por la misma puerta. Y, aunque el auditor debe ser un "ente independiente" que no tiene afinidad con su cliente. Por el otro lado, estaba el consultor que sí conocía todos los entresijos del negocio.
Esta situación puede ser a priori totalmente sana y natural, pero no queda bien. Los "conflictos de intereses" pueden aparecer con facilidad. Por muchas murallas chinas y barreras que se impongan. Si el auditor ofrece una larga lista de otros servicios, puede saber mucho acerca de su cliente. Y, además, será lo más blando posible, con el objetivo de mantener su relación.
EY, Deloitte, Accenture... y todos los servicios externos
Mi experiencia profesional en entidades como Caixabank me dio una idea de la larga lista de consultores y auditores que están a su servicio. Cuando entrabas por primera vez a la oficina, no te dabas cuenta de la cantidad de "externos" que había. Pero algunos detalles te indicaban que tal compañero, o la chica que "testeaba" aplicaciones, eran consultores. Aunque hicieran trabajos similares al tuyo.
Había pistas. Como los correos electrónicos, con un nombre o dominio distinto (como el famoso "soporte" o "helpdesk"). O, en navidades, identificabas a los externos porqué eran los que se llevaban una panera distinta. Más pequeña, dónde no había jamón. O tampoco asistían a la habitual ( y aburrida) cena de empresa.
Había una larga lista de compañeros y compañeras que estaban en nómina de Atos, Capgemini, Everis, Tecnocom... En cada rama de la entidad, estas compañías tenían metida la patita. A través de empleados suyos, muchos de ellos aspirando a cambiar de trabajo y quedarse a la entidad.
De hecho, así me lo prometieron en una entrevista de Capgemini: "Si estás un tiempo allí con ellos, al final te contratarán".
Esto significa que por muy consultor y externo que se sea, estas empresas conocen a fondo partes de su empresa-cliente y tienen contacto directo con su cúpula directiva. Estas empresas de servicios desarrollan las aplicaciones de las corporaciones. Ejecutan muchos procesos de su día a día. Y se quedan aquellas actividades que les sale demasiado caro hacerlas internamente. Este traslado, de dentro a fuera, es lo que se conoce popularmente como "externalización".
El delicado trabajo de auditar cuentas
Los servicios de auditoría también son una cantera de becarios. Empecé con 22 años a trabajar en el sector bancario, entonces los profesionales de cuentas eran chicos y chicas como yo. Con algunos de ellos había estudiado en la misma universidad. Y, sabíamos más o menos lo mismo de contabilidad y finanzas.
Quizás la diferencia más importante eran las horas que le dedicaban. Ellos trabajaban el doble de horas, todos los días de la semana, encerrados en salas preparadas para sus empresas (Deloitte, EY, PwC, KPMG...).
Estos eran los currantes. Por otro lado estaban sus socios. Profesionales con más experiencia a sus espaldas, después de años y anos de estar encerrados en salas comparando cifras. Estos eran los que acordaban los puntos más importantes de la auditoría, pasaban la factura y salían a comer, de vez en cuando, con mis jefes.
La diferencia principal es la siguiente: La consultoría se pide por decisión, la auditoría por obligación
Con los años, los auditores que llegaban a mi departamento seguían siendo otros chicos y chicas de 20 y pico años. Acababan de empezar en el mundo profesional y sabían algo de contabilidad. Pero yo ya llevaba más tiempo en el negocio. Entonces me daba cuenta de qué su función era revisar, comparar números y dar el parte. Pero, lo más importante del negocio no estaba en esta actividad, sino en la firma dónde ponía "Estas cuentas han sido revisadas por el auditor de turno".
Esto me lleva a reflexionar sobre la diferencia más importante entre consultoría y auditoría. La consultoría tiene vocación de ayudar: Solucionar problemas, reducir costes, hacer más eficientes los procesos... En cambio, un auditor de cuentas está allí por imperativo legal. Las cotizadas están obligadas por la CNMV; los bancos por el Banco de España; otras compañías por obligación de sus máximos inversores...
En definitiva, el consultor está contratado por decisión de la compañía. A voluntad. El auditor, en cambio, está allí por obligación, porqué toca.
Como indicaba el The Wall Street Journal: "EY cree que una separación de su creciente negocio de consultoría permitirá adquirir más cuentas nuevas, sin las limitaciones que representa vender servicios a los clientes auditados". Por esto, la reestructuración es un incentivo para la consultoría, cuyos números podrían crecer, sin los dolores de cabeza que provoca la parte legal. Aunque esta última, tiene una mayor retención de clientes. Pues la auditoría es una obligación.