Bob Iger, el tecnócrata de Walt Disney Company
Revisión del libro "A ride of a lifetime" de Robert Iger
Hace unos día terminé de leer la biografía de Robert “Bob” Iger, titulada “A ride of a lifetime”. Como la mayoría de libros de esta categoría, esta historia repasa los altibajos de la trayectoria profesional del que fue el consejero delegado de Walt Disney Company, durante su época más expansionista.
Es una publicación que se lee rápido. Y, en general, me gustó. No obstante, también debo remarcar que me dejó un sabor agridulce. Todo el relato está repleto de acuerdos, viajes en avión y encuentros con personas famosas, o relevantes. Así como la reflexión alrededor de crear cosas grandiosas, o cuáles decisiones tomar para mantenerse en un negocio cambiante.
Creo que en el libro no hay nada nuevo. No hay magia, ni tampoco se vislumbra una migaja de genio creativo. Iger fue un tecnócrata que estuvo allí, para unir puntos y arreglar desperfectos. Lo hizo muy bien, esto si. Pero es algo que se debe esperar de alguien en su cargo y con todos sus recursos.
Espero que te guste este artículo, pero antes de continuar quiero comentarte una cosita.
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La estela de Walt E. Disney
La biografía “Walt Disney. The Triumph of the American Imagination” de Neal Gabler introduce al personaje alertando de su importancia en el mundo moderno. Nos dice que es una de las figuras clave para comprender la cultura occidental. De ello, no me cabe duda. Distintas generaciones han pasado horas y horas viendo, recordando, o incluso dibujando, sus películas y personajes.
Puede que no fuera él quién dibujó el primer Mickey Mouse, o que tampoco pusiera en papel el sin fin de animaciones que se necesitaron para crear “La Blancanieves”, “Bambi” o “Pinocho”. Pero Disney estuvo detrás de su creación.
Walter Elias Disney desarrolló sus estudios, tras años de vender dibujos para panfletos publicitarios o tiras cómicas de periódicos. Esto es lo que pagaban las facturas. También lo hacían algunos cortos de animación. Pero no había nada parecido, en aquella época, a los largometrajes de animación.
Su gran apuesta fue en llevar a la gran pantalla un cuento para niños (la Blancanieves). Desarrollando, para ello, tecnología propia para la producción cinematográfica.
Esta locura, fue lo que le destacó a partir de entonces del resto de la industria cinematográfica. En primer lugar, por contar con personajes de ficción, en vez de actores de carne y hueso. Y, segundo, Disney abrazó la tecnología y la usó con inteligencia. Y no la miró con malos ojos.
Como explica bien Jay Epstein en “The Big Picture”, Disney y su compañía, fueron una rara avis en la industria del cine. Cuando todos sus competidores vieron derrumbar sus imperios, por la llegada de la televisión y las nueves leyes antimonopolio, Disney incrementó su apuesta. Invirtió en un nuevo parque de atracciones y lo promocionó mediante un programa semanal, en ABC.
La vida de Disney tuvo luces y sombras. Muchos dicen que murió demasiado joven, a los 65 años, para terminar su aventura. Pero, a lo largo de todos sus años de vida, plantó la semilla de la compañía que conocemos actualmente. Después de él, a sus herederos les tocó el arduo trabajo de su legado.
Bob Iger tomó el relieve
Bob Iger entró a formar parte de las filas de The Walt Disney Company a mediados de los 90. Su incorporación coincidió con la adquisición de la cadena de televisión ABC. En ella, Iger se había labrado una muy buena reputación profesional, dónde ejerció distintas actividades de producción y dirección.
La incorporación a Disney no fue fácil. Entonces dirigida por Michael Eisner, la compañía vivía un punto de inflexión. El grupo había dejado atrás su segunda época dorada, cuando se produjeron los grandes éxitos de la compañía como “Aladdín”, “La Sirenita” o la “Bella y la Bestia”.
Las películas que siguieron a estos clásicos modernos no consiguieron superarlos. Al grupo de animación interno le costaba alzar el vuelo, mientras sí lo hacía otra aventura cinematográfica: Pixar. Este estudio reunía los elementos del viejo Disney: tecnología al servicio del relato de buenas historias.
Iger sustituyó a Eisner como consejero delegado, en un momento más bien delicado. Las relaciones con Steve Jobs - propietario de Pixar - pendían de un hilo. Y los éxitos cinematográficos de la compañía eran escasos.
Como nos cuenta en el libro, Iger tuvo la capacidad de consolidar lazos con Jobs y los genios creativos detrás de Pixar: Ed Catmull y John Lasseter. Para ello, Disney sacó el talonario y compró la compañía de animación. A esta operación le siguieron otras, no menos relevantes: la adquisición de Marvel, la compra de Star Wars a George Lucas y Fox Corporation a Rupert Murdoch.
Estas operaciones engrosaron la propiedad intelectual de Walt Disney Company. Con ella y la capacidad de producción y distribución (sumando más tarde la plataforma Disney+), la compañía podría seguir años y más años alimentando la imaginación de niños y mayores.
Una vez cierras la biografía de Iger, con sus apuntes finales de como llevar un gran negocio, lo primero que piensas es lo bien que lo hizo todo. Pero, a medida que lo digieres, te das cuenta que todo lo tenía al alcance de la mano. A ver, estaba dirigiendo Disney. No una pequeña empresa del mercado continuo.
Todos los acuerdos que cerró, con Lucas, Jobs, Marvel, Rupert Murdoch, ya habían sido forjados desde hacía tiempo. Disney tenía atracciones de Star Wars en sus parques, distribuya los largometrajes de Pixar y producía también películas de superhéroes… Con todo ello a su alcance, Iger terminó de ultimar los detalles y lanzar la oferta de adquisición, con el dinero de la compañía, para quedarse con todo ello.
En el título de este escrito me refiero a Iger como un tecnócrata. O sea, una persona muy especializada en su campo.
Según la biografía, entró en ABC en tareas de producción y fue cambiando de cargos, aunque siempre relacionados con la dirección. Si cambió de compañía, fue porqué una se comió a la otra (de ABC a Capital Cities, de Capital Cities a Disney). Su perfil en este contexto de cambios, es el de un escalador de una jerarquía empresarial.
Como CEO hizo un muy buen trabajo. Aunque, a fin de cuentas, ¿Qué otro directivo no podría haber hecho lo mismo, con los mismos recursos? Al final, todas las piezas estaban ahí y solo debían encajarse. A Walt E. Disney, en cambio, habría sido más difícil de sustituir.